ALANTURO: SOLO MOLA LO DURO

  FANFIC ALANTURO


ALAN

Ir al Oh My Game cada viernes se había convertido en una rutina para mí. Salía de casa con todos mis materiales en la mochila, recorría el trayecto en metro con mi música a todo volumen y pasaba horas en aquel bar adelantando trabajo y charlando con los amigos. Pero algo se había convertido en imprescindible: verle.

No había ni un solo viernes en que no le buscara con la mirada y a veces me hacía sentir culpable. Sí, iba allí a trabajar, a estar con los míos... pero no podía negar que necesitaba encontrarme con sus ojos aunque fuera solo una vez en toda la tarde, para sentirme feliz. ¿Desde cuando tenía esa necesidad? ¿Desde cuando que él estuviera o no significaba que yo estuviera feliz o triste? Odiaba la manera en la que era capaz de controlar mis sentimientos sin tan siquiera saberlo, pero lo hacía. Y yo me dejaba como un idiota.

Eran las cinco de la tarde y aún no había llegado. Estaban Julián, Spike, Kao... incluso Dao, que a veces llegaba hacia la noche, había venido. Pero ni rastro de él, de Arturo. Noté cómo comenzaba a impacientarme e incluso deseché la invitación de Ana a un café. No tenía sed, ni tampoco hambre... era como si el gran vacío en que se había convertido mi estómago en ese momento, tirara hacia abajo con fuerza. Las manos comenzaron a sudarme, quizá de nervios o impaciencia, pero no podía permitir que nadie lo notara. Me las froté contra los vaqueros y seguí dibujando, lo único que me relajaba en ese momento. Y... fue entonces cuando apareció.

Moreno, mirada tranquila, andar ligero y expresión desenfadada. Ahí estaba él, dirigiéndose hacia la mesa como si nada, siendo perfectamente inconsciente de que yo había levantado la mirada de mi iPad y me fijaba en cómo se sentaba a nuestra mesa y saludaba a todo el mundo. Un abrazo a Spike, un estrechamiento de manos a Kao, un saludo con camaradería a Julían y besos a las chicas. Y yo ahí, parado, debatiéndome entre levantarme o quedarme plantado en el sitio esperando a que se acercara. Se colocó frente a mí, y por fin me digné a mirarle. Sus profundos ojos del color del chocolate se posaron en los míos y suspiré. Sentí el calor recorrer mi cuerpo y la sangre viajar hasta mis mejillas... menudo idiota, si pretendía que nadie se diera cuenta, iba por mal camino. Pero él siguió mirándome como si nada, deteniéndose un poco más en mí que en los demás. Me sonrió despreocupado y yo le devolví la sonrisa, esperando a que mi corazón respondiera y comenzara a latir de nuevo.

Hola, Arturo. Te estaba esperando.


ARTURO

Pinches pendejos los del metro. Me estaban poniendo de los nervios gritando sin parar y como soy pobre (además de inmigrante) (ilegal) no tengo ni unos pinches auriculares para ponerme música y dejar de escucharlos. Bueno, tampoco hubiera podido escucharla de tener auriculares porque tengo un miserable Nokia 3320.

Tras cinco paradas que se me hicieron interminables, por fin llegué. La chinga de la madre, me dolía el culo de apretarlo tanto para no saltarles al cuello a esos malnacidos del metro. Pero intenté disimular, tenía que hacerlo. Saludé a los chicos y me quedé mirando a Alan. Al malparido parece que se le hubiera frito el cerebro porque me miraba con cara rara. Pero sonreí y me senté, sin nada más que añadir. Kao estaba a mi lado, frustrado por la anatomía de su dibujo, así que me dispuse a ayudarle mientras que Jaime garabateaba en su cuaderno y Ana canturreaba una canción que se me estaba quedando grabada en el cerebro.

—¿Alguien va a querer un café?—preguntó Dao levantándose de la mesa.

—No tengo dinero—contesté. 

En un acto reflejo llevé mis manos a los bolsillos de mis pantalones. Tanteé lo que parece que era el envoltorio de un caramelo y un pinche clip que me había rasguñado el dedo. Pero ni rastro de dinero. Ni una miserable moneda. En fin... aún tenía que esperar a que me dieran la wea esa del permiso de trabajo pero todavía no llegaba y no podía trabajar. Empezaba a pensar que lo más inteligente era vender mi cuerpo en Montera de forma clandestina... Suspiré.

—No te preocupes, bebé, yo te invito esta vez—dijo Ana con una sonrisa—a cambio me tienes que dibujar a alguien de esta mesa que no seamos ni tú ni yo. ¡Un reto de dibujo!

Dijo aquello y se fue dando saltitos alrededor de Dao para pedir juntas los cafés. ¿Dibujar a alguien de esta mesa? Empecé a mirar a los presentes: Kao estaba concentrado en mis consejos de anatomía, Jaime no levantaba la vista de su cuaderno, Spike se había quedado mirando hacia donde se habían ido las chicas (pero el men seguía garabateando en su ipad sin mirar), Nyaalii y Shubi cuchicheaban algo sobre unas ousis que cantaban en un grupo y... Alan se miraba las uñas nervioso. Me quedé contemplándole. Estúpido y sensual Alan... Esperen, ¿qué? ¿Yo he pensado eso? No. Quería decir estúpido y mortal Alan. Porque sus dibujos eran mortales. No sé porqué me quedé mirándole más rato que al resto.

Hasta que algo (más bien alguien) me sacó de mis pensamientos.

—Eeeeeh, ¿qué tal, marixas?

La voz de Julián estaba detrás de nosotros. Kao y yo, los que estábamos de espaldas a él, nos dimos la vuelta. Venía con su habitual traje de chulo de una casa de putas de lolitas y con un maletín enorme. Nos señaló el maletín y dibujó una sonrisa en su cara.

—Hoy os traigo algo nuevo, levantad el culo y dejad de dibujar panda de obsesionados—anunció.

—Yo tengo que terminar este dibujo, quiero acabarlo hoy—contestó Kao.

—Y yo tengo que terminar esta commission—coincidió Spike—¿Qué es lo que se te ha ocurrido?

Julián ensanchó aún más su sonrisa.

—Tengo un nuevo juego de Lego que es mucho más interesante que ver llorar a Kao por su dibujo y a Jaime haciendo...—lo mira—dios Jaime, ¿sigues con el mismo dibujo de la semana pasada?

—Estoy pasándolo a limpio—contesta sin inmutarse.

—Bueno, me da igual, que tenemos que jugarlo. Es un juego de Lego sobre... "la amistad" y hasta ahí puedo leer.

Todos nos quedamos intrigados y nos quedamos mirándole a la espera de alguna pista más. Pero el pinche weabo de Julián no soltaba prenda. Dao y Ana se incorporaron a la mesa mientras repartían el café a quienes se lo habían pedido.

—Toma, tu café este raro lleno de leche condensada—dijo Dao tendiéndole un vaso a Spike—¿qué pasa que miráis así a Julián?

Julián vuelve a sonreír.

—Tomaos esa mierda y levantaos que nos vamos al Retiro. Lo vais a flipar.

Y no mentía.

Lo que pasó en el Retiro aquella tarde es algo que no quiero recordar. Pero pasó. Y no sé si me arrepiento o no todavía...






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